martes, 19 de mayo de 2009

y viva españa!!!

1881: Silverio Franconetti abre el primer café cantante
A pesar de no haberse conservado ningún registro sonoro cierto, se suele considerar a Silverio Franconetti uno de los cantaores más completos que han existido. Él, que no era de etnia gitana, aprendió de éstos todos aquellos cantes que permanecían ocultos para el público gaché, y decidió dedicarse al cante por consejo del mejor cantaor de su época, el Fillo. Tras un paréntesis en Uruguay, retomó su carrera en 1864 y en 1881 abre en Sevilla el primer café cantante.
El café cantante era un local nocturno donde los espectadores podían beber copas a la vez que disfrutaban de los espectáculos musicales. Como es de suponer, en estos locales se producían frecuentemente desmanes de todo tipo, lo que motivó un gran rechazo entre el común de la población que vivió de espaldas al momento más decisivo del desarrollo del arte flamenco, y que a la postre dificultó el acercamiento de las clases intelectuales a este fenómeno cultural.
Según publicó en sus memorias el cantaor Fernando de Triana ya en 1842 existía un café cantante llamado de Los Lombardos, pero hasta ese momento los distintos cantes e intérpretes habían estado bastante desconectados entre sí. En el café de Silverio éstos son reunidos unos frente a otros, en un ambiente muy enriquecedor pero muy competitivo, y al frente de todos el propio Silverio, cantaor de largo repertorio, de excelentes dotes artísticas y a quien le gustaba retar en público a los mejores cantaores que pasaban por su café. La moda del café cantante permitió el surgimiento del cantaor profesional (que ganaba más dinero cuanto mejor fuese su interpretación) pero a la vez sirvió de crisol donde se fundieron los múltiples aspectos del arte flamenco. Allí, el payo aprendía los cantes gitanos, mientras los gitanos reinterpretaban a su estilo los cantes folclóricos de los payos que radicaban en Andalucía, el cantaor de escaso repertorio se afanaba por extenderlo, y el público configuraba con su aplauso un gusto musical que tendía a unificarse (en temática y ejecución) y a discriminar unos palos de otros.

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