En la mitología grecorromana, Aracné (en griego antiguo ἀράχνη, ‘araña’) fue una gran tejedora mortal que alardeó de ser más habilidosa que Minerva, la equivalente romana de Palas Atenea, diosa de la artesanía. La diosa ofendida organizó un concurso entre la dos, pero según Ovidio el tema elegido por Aracné, los amores de los dioses, fue ofensivo, lo que hizo que Minerva la transformase en una araña.[1]
Contenido[ocultar]
1 Fuentes
2 Mito
3 Influencia
4 Notas
5 Bibliografía
6 Enlaces externos
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Fuentes [editar]
La fábula de Aracné es una adición tardía a la mitología grecorromana. El mito no aparece en el repertorio de los pintores de vasijas áticas. Se narra en Las metamorfosis de Ovidio[1] y es mencionado por Virgilio en las Geórgicas.[2] Como estas fuentes son romanas, identifican a la diosa con Minerva.
De acuerdo con Plinio,[3] Aracné descubrió el uso del hilo, así como las redes. Plinio cuenta que tenía un hijo llamado Closter, que descubrió el huso para hilar.
Mito [editar]
Aracné era la hija de Idmón de Colofón, un tintorero famoso por teñir la lana de púrpura de Tiro. Era famosa en Hipepa (Lidia), donde tenía su taller, por su gran habilidad para el tejido y el bordado.
Las alabanzas que recibía se le terminaron subiendo a la cabeza y terminó tan engreída de su presteza como tejedora que empezó a afirmar que sus habilidades eran superiores a las de Minerva,[4] la diosa de la sabiduría y la guerra además de la artesanía. La diosa se enfadó, pero dio a Aracné una oportunidad de redimirse. Adoptando la forma de una anciana, advirtió a Aracné que no ofendiera a los dioses. La joven se burló y deseó un concurso de tejido, donde pudiera demostrar su superioridad. Minerva se quitó el disfraz y el concurso comenzó.
Minerva tejió la escena de su victoria sobre Neptuno, que inspiró a los ciudadanos de Atenas a bautizar la ciudad en su honor. Según el relato latino de Ovidio, el tapiz de Aracné representaba veintidós episodios de infidelidades de los dioses, disfrazados de animales: Júpiter siendo infiel con Leda, con Europa, con Dánae, etcétera.
Incluso Minerva admitió que la obra de Aracné era perfecta, pero se enfadó tanto por la irrespetuosa elección del motivo.[5] Perdiendo finalmente los estribos, destruyó el tapiz y el telar de Aracne, golpeándolos con su lanzadera, y también a la joven en la cabeza. Aracné advirtió su insensatez y quedó embargada por la vergüenza. Huyó y se ahorcó.
En el relato de Ovidio, Minerva se apiadó de Aracné. Rociándola con jugo de acónito, aflojó la soja, que se convirtió en una telaraña, transformándose la propia Aracné en una araña. La historia sugiere que el origen del arte de tejer es una imitación de las arañas y que se consideraba que fue perfeccionado primero en Asia Menor.
Influencia [editar]
La fábula de Aracné, representación del mito por Velázquez (1644–8).
El relato de Ovidio de la metamorfosis de Arcané proveyó material para un episodio de la sátira heroica de Edmund Spenser Muiopotmos.[6] La adaptación de Spenser, que «reinterpreta la historia ovidiana en términos del mundo isabelino»,[7] está diseñada para proporcionar una explicación racional al odio del descendiente de Aracné Aragnoll hacia el héroe-mariposa Clarion.
La historia de Aracné inspiró uno de los cuadros más interesantes de Velázquez: La fábula de Aracné, popularmente conocido como Las hilanderas, en las que el pintor representa dos de los momentos importantes del mito. Al frente, el concurso de Aracné y la diosa (las tejedoras joven y vieja), y al fondo un Rapto de Europa que es un copia de la versión de Tiziano (o quizá de la copia de ésta hecha por Rubens). Frente a éste aparece Atenea en el momento en que castiga a Aracné. Se transforma el mito en una reflexión sobre la creación y la imitación, el dios y el hombre, el maestro y el pupilo (y así sobre la naturaleza del arte).
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